miércoles, 23 de abril de 2008

¿Haya de la Torre homosexual? ¿Y?

Si el señor Víctor Raúl Haya de la Torre fue homosexual, ¿cuál es el problema? Ni para el uno ni para el otro. Ni para los críticos acérrimos del APRA, ni para los compañeros apasionados de la intocabilidad aprista.
Si Víctor Raúl fue homosexual, qué importa ahora que ya dejó su excelsa producción intelectual. Que estuvo con Coyne, que Alva Castro también lo es, que Murgia entra al juego… ¿Qué carajo importa?
Las personas valen o se condenan por sus actos y no por su opción sexual. Y peor aún si el comportamiento es político. Basta de miramientos absurdos, antihumanos. Desde hace tiempo que la humanidad conoce perfectamente la existencia de más de dos inclinaciones sexuales. Negar eso es negarnos. Así somos los humanos. O para emplear el lenguaje cristiano: así nos creó Dios. La homosexualidad existe y siempre existirá.
Y los apristas que se escandalizan cuando dicen que su líder fue del “otro lado”… Me recuerda a los cristianos que se ofenden cuando un grupo de investigadores hipotetiza, tras un estudio exhaustivo, que Jesús tuvo un hijo.
Ya me imagino a los homosexuales (palabra que utilizo con todo el respeto del mundo)… Pensando en los estúpidos que somos los varones o mujeres. Riéndose quizá de nuestros repugnantes complejos. Tal vez ironizando o enojándose sobre nuestras roñosas atenciones. Pero siempre moviendo la cabeza de lado a lado en sentido horizontal, como diciendo “estos idiotas otra vez con sus tonterías”.
Pero qué tonto soy. Olvido que habitamos un mundo desigual, construyendo diferencias y deshaciendo democracias. En el que las minorías siempre pierden. Siempre. Siempre. Siempre. En todo orden: desde el fútbol, hasta los sectores productivos y las religiones o filosofías.
Pero qué ingenuo. Yo ya sabía que nunca los humanos entenderemos que pueden existir miles de formas de pensar, creer y sentir, así como existen otras tantas maneras de comer, ahorrar, comprar y hasta hacer el amor. Nadie es igual a nadie. Todos somos diferentes. Nada es absoluto. El conocimiento está sujeto a cambios. La verdad es una para un tiempo, y diferente para otro. Aspectos elementales que no comprendo cómo políticos, leídos y estudiosos se entercan en desentender.

El periodista Ramón Azabache elaboró un reportaje sobre la presunta vida homosexual de Haya y por eso recibió presiones para no emitir su trabajo. Tanta presión que decidió no publicar. Más que mordaza o censura, eso es estupidez. Pues una nota periodística se prohíbe cuando afecta a los intereses empresarios o se quiere tumbar a una autoridad, pero un simple video en el que Coyne afirma que cuando era amigo de Víctor Raúl, este dejaba advertir claramente sus rasgos homosexuales ¿es para tanto?

Y así, el programa de Azabache no salió como todos los viernes por la noche en Antena Norte – Canal 35. Y sucede que la persona que “ejerció presión” para que el reportaje no se publique es el administrador del canal, un aprista seguidor de Haya de la Torre. Alguien que se escandaliza por una información así. Repito: no es mordaza ni censura, es estupidez, celo infundado, cólera malsana, caprichos de adolescente ofendido; o para seguir al gran Víctor Raúl: síntomas de un mal aprista, un intolerante de polendas.

Y aún más: qué arcaico escuchar la frase: “nadie puede hablar de Víctor Raúl, porque ya fallecido, no se puede defender”. Qué tontería. Esto ya parece la época medioeval…

Dos preguntas básicas ahora que nuestro perfecto sistema capitalista habla de libertad de expresión y modernidad: ¿Por qué negar el homosexualismo? Y ¿Por qué ser intolerante con una opinión adversa a la nuestra? Dejémoslo ahí y no nos hagamos problemas. Y todavía el centro de debate es Víctor Raúl, que nos da tanto tema sobre el que hablar. Más interesante me parece debatir sobre la idea del gran alcalde y sobre todo planificador, César Acuñita, para definir dónde sería el nuevo lugar del busto a Haya de la Torre. Qué lindo.